OPINIÓN

Tuna, toros y tocino

Este parece ser el estado de las cosas, el aquí y ahora que deriva de la onda expansiva del resultado electoral en la Comunidad Autónoma de Madrid, que nos ha llevado por el camino de la precariedad analítica y al riesgo impreciso que, como una lapa, nos acompaña de manera obsesiva al conjunto de españoles y españolas

-¿Por este camino voy bien a la racionalidad?

-No sé donde está la racionalidad, pero yo que usted no saldría de aquí.

Para algunos, la tuna, los toros y el tocino se han convertido en la rima metafórica que sustituye a un análisis sosegado y al comportamiento racional que siempre debe acompañarlo. Pero hay que tener cuidado con quienes adoptan esta posición, la de creerse representar al pueblo genuino que ya fueron definidos por Laclant y Rosanvallón, y es que cualquier crítica a este entendimiento de la realidad es una crítica al pueblo soberano y una no aceptación de los resultados electorales. Y de esto es precisamente de lo que hay que huir, de este tipo de prácticas, como la de la nueva responsable de los conservadores de la provincia de Castellón, que atesora y usa un lenguaje y unos modos que son la antesala de la reivindicación de la escatología.

¿Por qué esas prácticas han de hacer a uno más cercano a la gente? Se convierte en un antagonismo de letrados de toda laya que se alejan del pueblo desde su superioridad moral. Esto hace que la banalización del discurso y de las propias intenciones haga que para muchos intepretadores profesionales de la realidad ya esté superada la reticencia de, ya no solo cualquier participación de la extrema derecha en las labores de gobierno de las instituciones, si no también la presencia en los mismos. Al fin y al cabo son representantes de un partido que juega en el marco constitucional y viene teniendo un visible refrendo en una parte del electorado.

Y aquí viene otra contradicción, la de estos analistas y opinadores, respecto a lo anterior, ya que para ellos los votos de algunos catalanes y vascos no pueden ni deben ser tenidos en cuenta para formar parte de decisiones de gobierno e incluso de Estado. Por ejemplo se exculpa la inhibición del partido mayoritario de la oposición de la no aprobación del estado de alarma, aunque luego se acuse a quien lo hace decaer (entre otras razones por irresponsabilidad del acusador). Y ojo a que algún partido catalán o vasco vote por responsabilidad con el Gobierno, porque éste está rompiendo España.

Y esa es otra, tanto esos partidos como algunos conspicuos analistas e intelectuales, e incluso líderes de la izquierda, reivindican un modelo para España que dice que se quiebra con ese apoyo coyuntural mencionado de catalanes y vascos. Resulta muy peligroso tener un edén tangible, casi metafísico de España. ¿No es la España actual, en términos políticos e institucionales, la que los españoles han expresado con su voto en la urnas? ¿Hay unos votos de calidad respecto de otros?

Permítanme con un corolario a la alusión a Hegel de un artículo anterior, en esta ocasión en un debate con Hein: “Todo lo que racional es, es racional”. Heine, serio, puntualizó: “Todo lo que es racional, debe ser”.

Artículo de opinión de Emilio Melero publicado en Fundación Sistema

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