El abuso de poder en cualquiera de sus manifestaciones es intolerable pero cuando se trata de acoso escolar entre menores ya sean niños, niñas o adolescentes, el problema es aún mayor y lo más grave es que en muchísimas ocasiones estas situaciones permanecen ocultas. Vayamos por partes.
Entendemos por acoso escolar el abuso físico, verbal o social entre menores. La desigualdad de poder, el abuso reiterado y realizar estas acciones con premeditación son algunas de las características significativas que lo definen. El más fácil de detectar es el físico ya que se observa claramente, pero en muchas ocasiones le preceden o se dan otros tipos de acoso igualmente peligrosos.
Las instituciones educativas y en consecuencia el profesorado, deben ser implacables ante el bullying. No son “cosas de críos” ni es una “niñería” si uno de ellos o ellas sufre. Para evitarlo, primero necesitamos prevenirlo. La respuesta nos la dará la educación en valores, valores propios de una sociedad empática y democrática, fomentando una cultura de paz, tanto desde los centros educativos como desde los hogares.
Desde el inicio de la escolarización, el alumnado debería entrenarse adquiriendo herramientas para la resolución dialógica y pacífica de los conflictos. Aprender a convivir, a ser tolerantes y respetuosos es la base para un crecimiento sano y seguro. ¿De qué nos sirve aprender contenidos académicos si no sabemos tratar a las personas? Afortunadamente, y cada vez más, los centros educativos junto a las administraciones públicas y entidades privadas colaboran a través de acciones e iniciativas globales para acabar con esta injusta acción en la que nadie sale beneficiado.
Pero un arduo dato según la OMS es que el acoso escolar es la primera causa de suicidio entre los y las adolescentes. Por lo que, además de prevenirlo, hemos de detectarlo. Es aquí dónde la formación debe llegar también al profesorado recibiendo capacitación adecuada en convivencia, diversidad funcional o cultural, de género o lo relacionado con las tecnologías de la información y la comunicación para identificar y atajar estas situaciones de raíz. El objetivo firme debe ser de evitar el sufrimiento de las víctimas y sus familias e impedir que estas situaciones deriven en que estos menores quieran perder su vida.
Los centros escolares han de asegurarse que el alumnado y las familias conocen los protocolos establecidos contra el bullying o cualquier otro mecanismo de denuncia. Además de informar a las autoridades en los casos en los que se vulneren los derechos humanos de estos menores.
Y por si no fuera suficiente, a consecuencia de la universalización de las redes sociales, el ciberbullying ha sacado el acoso escolar de las escuelas traspasando el problema a la sociedad. El alumnado víctima de acoso sigue recibiendo mensajes y ataques 24 horas al día, haciéndole más vulnerables y con la dificultad de estar permanentemente bajo las amenazas e insultos de sus agresores.
Por ello, desde la Secretaria de Educación del PSOE ilicitano nos unimos a la lucha contra el acoso escolar y apoyamos cualquier iniciativa o propuesta que se lleve a cabo. Proteger la infancia y la adolescencia contra acoso es una obligación de las autoridades públicas, las instituciones educativas, las familias y, en definitiva, de la sociedad en su conjunto.
Saray Huertas Sánchez
Secretaria de Educación PSPV-PSOE Elx
