China ha logrado otro hito en el espacio: la primera nave espacial que han diseñado para explorar Marte acaba de llegar al planeta. La sonda Tianwen-1 entró en órbita poco antes de la 1 del mediodía, hora española, del pasado 10 de febrero, apenas un día después de que lo hiciera la nave al-Amal de Emiratos Árabes Unidos.
Dentro de tres meses, Tianwen-1 dejará caer un módulo de aterrizaje y un róver sobre la superficie marciana. El orbitador y el róver explorarán la geología y las características del suelo de Marte, lo cual incluye la búsqueda de agua y hielo.
«Alcanzar con éxito la órbita de Marte era uno de los principales retos de la misión», afirma Li Chunlai, diseñador jefe adjunto del programa de exploración del planeta rojo, que tiene su sede en Pekín. Pero la presión sigue siendo grande, asegura, ya que la misión se prepara para aterrizar de manera autónoma en el hemisferio norte del planeta. Si el aterrizaje va según lo previsto, el róver usará los seis instrumentos que transporta para explorar el planeta durante al menos 92 días marcianos, cada uno de los cuales equivale a 1 día y 37 minutos de la Tierra.
Desde su órbita, Tianwen-1, que lleva consigo siete instrumentos científicos, comenzará a tomar imágenes precisas de la región de aterrizaje conocida como Utopia Planitia («llanura de ningún lugar», en latín), una extensión plana de roca volcánica situada en una enorme cuenca. La zona está cerca del gran volcán Elysium Mons, donde se han encontrado domos, conos acabados en cráteres y otras formas del terreno que podrían estar relacionadas con la presencia de agua o hielo, explica Li. La misión tratará de averiguar si alguna vez existió un antiguo océano en la región septentrional de Marte, y estudiará la evolución geológica de los volcanes de esa zona.
Planes ambiciosos
Tianwen-1 también pondrá a prueba las técnicas que necesitará China para llevar a cabo una ambiciosa misión de retorno de muestras prevista para finales de esta década, así como el objetivo a más largo plazo de enviar personas a Marte, afirma David Flannery, astrobiólogo de la Universidad de Tecnología de Queensland, en Brisbane.
La topografía plana del lugar de aterrizaje y los bajos niveles de radiación solar y cósmica, junto con la posibilidad de que albergue agua o hielo, «lo convierten en el tipo de enclave en el que uno podría pensar de cara a la primera misión tripulada», señala Flannery.
Un georradar a bordo del orbitador permitirá estudiar las estructuras que yacen bajo los casquetes polares de Marte, apunta Roberto Orosei, científico planetario en el Instituto de Radioastronomía de Bolonia. El orbitador europeo Mars Express, que lleva girando alrededor de Marte desde 2003, ya encontró agua bajo la superficie del casquete polar sur. Orosei espera que el radar de Tianwen-1, que puede explorar estructuras a profundidades de más de 100 metros con frecuencias y resoluciones que no estaban al alcance de las misiones anteriores, ayude a explicar cómo han podido permanecer en estado líquido esos lagos enterrados.
Con suerte, el orbitador Tianwen-1 seguirá recogiendo datos de Marte durante años. Y eso es importante, concluye Orosei, porque la sonda Mars Express, que lleva funcionando casi dos décadas, podría estar llegando al final de su vida útil.
En los próximos días nos espera aún más actividad en Marte, pues está previsto que el róver Perseverance de la NASA aterrice en el planeta rojo el 18 de febrero.
Vía Smriti Mallapaty/Nature News – investigacionyciencia.es