“Es imprescindible que aquellas personas que tienen un diagnóstico tengan un seguimiento y tratamiento ya que el aclaramiento viral alcanzado no sólo supone una mejora de su calidad de vida y supervivencia sino que impide la transmisión de la infección”, asegura Julia del Amo, directora del Plan Nacional del SIDA
El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social se ha marcado como objetivo eliminar las hepatitis víricas como problema de salud pública en el año 2030. Para conseguir dicho objetivo se están llevando a cabo diversas acciones en el ámbito de la prevención y del acceso equitativo al tratamiento, dentro del Plan Estratégico de Abordaje de la Hepatitis C (PEAHC), alineado con la Estrategia Mundial del sector de la salud contra las hepatitis víricas (2016-2021).
Actualmente en la población general, según el informe realizado en 2017-2018 en el marco de la Atención Primaria, el nivel de prevalencia de esta enfermedad es bajo. Así, en las personas de 20 a 80 años la prevalencia de anticuerpos frente al virus de la hepatitis C es de 0,85% y la prevalencia de infección activa de 0,22%. Un 29,4% de las personas con infección activa no estaban diagnosticadas a finales de 2017.
Prevención y tratamiento
La prevención es, por tanto, clave en el abordaje de la infección. Por ello, es importante seguir insistiendo en las campañas de sensibilización, programas de reducción de daños, así como en la revisión de las normas de los centros de estética, tatuajes, piercing y micropigmentación. “También resulta necesario mejorar el conocimiento sobre el diagnóstico tardío así como reforzar el diagnóstico precoz”, explica Julia del Amo, directora del Plan Nacional del SIDA. Con este fin se ha constituido un grupo de trabajo consultor, formado por representantes de diferentes administraciones, asociaciones de pacientes, ONGs y sociedades científicas, para abordar la mejor estrategia de diagnóstico y cribado en España.
Entre enero de 2015 y julio de 2019 en España se han tratado con antivirales de acción directa a 132.851 pacientes con una efectividad terapéutica del 95,7%. Por ello, asegura Julia del Amo, “es imprescindible vincular a todas aquellas personas que tienen un diagnóstico al seguimiento clínico y al tratamiento ya que el aclaramiento viral alcanzado no sólo supone una mejora de su calidad de su calidad de vida y supervivencia sino que impide la transmisión de la infección”.
¿Cuáles son las vías de transmisión?
La infección por virus de la hepatitis C afecta a personas que han estado expuestas a transfusiones de sangre, uso de hemoderivados y trasplantes de órganos de donantes con virus de la hepatitis C realizados antes de la detección sistemática del virus así como a otras intervenciones realizadas sin medidas de control adecuadas. Además, otra de las principales vías de transmisión es el uso compartido de materiales de inyección de drogas con personas con infección por virus de la hepatitis C.
Por ello, se recomienda que las personas que hayan consumido drogas esnifadas o inyectadas o recibido productos sanguíneos antes de 1990 se hagan la correspondiente prueba. También deberían hacérsela quienes se hayan sometido a intervenciones sanitarias, tatuajes o piercings sin el correspondiente control o que hayan mantenido relaciones sexuales de riesgo. Tampoco se deben olvidar aquellos pacientes en hemodiálisis o con infección por el virus de la inmunodeficiencia humana o el virus de la hepatitis B y las personas internas en centros penitenciarios así como el personal sanitario expuesto a procedimientos que supongan riesgos biológicos.