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Razón y corazón para el 26 de mayo

Vivir en ciudades y pueblos acogedores. Municipios con buenos servicios públicos para el conjunto de sus vecinos y vecinas, donde se gestione teniendo presente el desarrollo económico de su comunidad a la vez que se ponen en marcha políticas potentes en materia social

Equipos de gobierno donde se fomente la creación y el consumo cultural; donde se impulsen iniciativas para una vida saludable desde el deporte y la prevención. Ayuntamientos en manos de políticos y políticas honrados, honestos y volcados en las necesidades colectivas e individuales; gestores con proyectos de ciudad motivadores, con capacidad de concretar escenarios de futuro posibles y positivos.

Esto, y mucho más, resume, a mi juicio, el conjunto de anhelos y expectativas que como vecinos esperamos poder hallar en los programas de gobierno de quienes gestionen nuestros ayuntamientos.

Pudiera parecer que este tipo de aspectos que yo como vecina quiero encontrar en mi ciudad, obedece a lo que venimos en denominar como “voto racional”, en contradicción al “voto emocional”, ese al que se le atribuyen sentimientos primarios, sesgos y un pensamiento mucho más sensible a las manipulaciones. Pero permítanme que en relación a esta dicotomía incluya una reflexión tomando como referencia lo que vamos a elegir el último domingo de mayo: creer y votar por políticos y políticas que gestionen bien y tengan proyectos de ciudad brillantes y de progreso, también debe hacerse desde la emoción.

Porque, ¿qué hay más emocionante que vivir en una ciudad que respeta un urbanismo sostenible, que piensa en los derechos a una vida digna y saludable de nuestros hijos e hijas? ¿qué puede hacernos sentirnos mejor como miembros de una comunidad que observar que en nuestro espacio colectivo más cercano contamos con servicios sociales que nos protegen, con infraestructuras educativas, deportivas, sanitarias o culturales decentes y adaptadas a nuestras necesidades? ¿qué puede resultar más gratificante que saber que quienes gestionan nuestros consistorios son capaces de alcanzar acuerdos y cooperar con otras administraciones para multiplicar nuestras oportunidades de creación de empleo y ayudar a consolidar los proyectos personales de quienes viven en sus pueblos y ciudades?

A esto se le puede llamar voto racional, que lo es, pero no cabe duda que esto tiene que ver mucho con las emociones. Por eso, en estas elecciones municipales y europeas a las que estamos convocados en los próximos días apelo al voto racional y al voto emocional. A los dos. Porque me parece más emocional la creación de planes de empleo para jóvenes o desempleados de larga duración que estar hablando constantemente de banderas. Porque me parece más motivador la propuesta de un alcalde o una alcaldesa de extender el comedor escolar para niños de familias con pocos recursos en los meses de verano que seguir tirándonos los trastos por el conflicto catalán. Que me gustan las políticas con corazón, aquellas que tienen en cuenta la diversidad y la igualdad, frente a aquellas que quieren volver al cierre de fronteras físicas e intelectuales.

Después del 28 de abril, la oportunidad que se nos abre para crear una cadena de gobiernos honrados y progresistas que vayan desde la Unión Europea hasta el pueblo más pequeño, es formidable, y no la debemos desaprovechar. Así que votemos, votemos con la razón y con el corazón, que nadie se quede en casa pensando que el 28 de abril se quedó todo el trabajo hecho. Tenemos la oportunidad de construir la Europa de los pueblos y las ciudades, una Europa para seguir avanzando en derechos y libertades, en crecimiento económico y social, y en la lucha contra el cambio climático. Votemos amigos y amigas, votemos.

Toñi Serna, Secretaria de Acción Electoral del PSPV-PSOE y diputada autonómica

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