Procede del Amazonas y se está expandiendo rápidamente por el Guadiana, amenazando a otras especies
Desde el año 2005 se han invertido 32 millones de euros, pero el final de esta guerra parece lejano. Pese a los esfuerzos, el enemigo no flaquea. La Unidad Militar de Emergencia (UME) trabaja desde hace dos semanas en las aguas del río Guadiana a su paso por Extremadura para intentar solucionar la catástrofe medioambiental y económica que está provocando la invasión del camalote.
Esta especie tropical acuática-originaria del Amazonas- ha afectado ya a 176 kilómetros de río y aproximadamente 400 hectáreas de ocupación por parte de la planta por la provincia de Badajoz. La principal preocupación ahora es que el camalote ya amenaza seriamente con traspasar la frontera española e invadir Portugal, en concreto, el pantano de Alqueva.
La intervención militar se centra en actuar en dos vertientes. Por un lado, en el tramo que sigue a la desembocadura del río Zújar, en la zona norte del municipio pacense de Medellín; el segundo frente, por el que se ha empezado, en la zona próxima al río Caya, en la zona fluvial urbana de Badajoz próxima a la frontera con Portugal.
Hasta la fecha, en estos primeros días de trabajo -comenzaron el pasado día 15 de octubre-, la UME ha conseguido retirar unos 1.000 volquetes (unos 90 al día), que corresponden aproximadamente a unas 5.000 toneladas: «Hay mucho camalote y mucho trabajo por delante», resume Álvaro Naharro, capitán del I Batallón de la UME desplazado a tierras extremeñas, quien reconoce que las intensas lluvias que han caído estos días han dificultado las labores durante las primeras jornadas de trabajo, en las que participan 122 militares con 60 medios técnicos a su servicio.
Entre ellos, una veintena de vehículos ligeros y otra veintena de pesados, entre ellos, autobombas, retroexcavadoras y volquetes, un equipo de buceo y un helicóptero no permanente.
El desarrollo incontrolado de la planta -gracias a su gran capacidad de reproducción con las altas temperaturas- ha hecho que fracasen las medidas de control que desde hace más de una década ha puesto en marcha la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG). A pesar de haber retirado más 90.000 toneladas de esta planta hasta la fecha, todos los esfuerzos han sido baldíos. Cada año, en cuanto sale el sol y aumentan las temperaturas, la planta se vuelve a reproducir.
Amenaza para la calidad de las aguas
La última solución propuesta por parte de la Administración es esta intervención militar, que se prevé que se prolongue hasta finales del invierno, para intentar frenar una crisis ecológica que no sólo afecta visualmente al aspecto del río, sino sobre todo, al desarrollo normal de la fotosíntesis y, por tanto, amenaza directamente a otras especies de plantas y peces. Asimismo, comienza a convertirse en una seria amenaza para la calidad de las aguas, tanto para el riego de los cultivos como para el consumo humano.
Este plan de choque le va a costar al Gobierno 3,5 millones de euros porque no sólo va a actuar la UME sino que la empresa pública Tragsa ha contratado a 100 trabajadores para la fase de extracción de la planta.
«No tenemos experiencia previa en este tipo de intervenciones», reconoce el teniente coronel jefe del Batallón de Intervención nº1 de la UME, Juan Esteban Rodas. No obstante, subraya que ha recibido la información necesaria por parte de Confederación Hidrográfica del Guadiana para adaptar sus equipos al entorno y las circunstancias.
El dispositivo está compuesto por dos unidades de trabajo desplegadas en sendos puntos a lo largo del río, que combinan diversas capacidades de maquinaría de ingenieros, embarcaciones y manejo de barreras y personal y vehículos de apoyo para la extracción manual.
«Vamos a ir utilizando máquinas, que tienen mayor rendimiento, donde sea posible pero, sobre todo, trabajo manual en aquellas zonas donde las máquinas o bien no tienen acceso o bien se considera que no es posible su utilización», detalla el teniente coronel jefe.
Además, la UME estudia la posibilidad de incorporar más medios o personal en función de las necesidades, así como contar con los apoyos del Grupo de Intervención en Emergencias Tecnológicas y Medioambientales de la Unidad Militar de Emergencia.
Tal y como explica el presidente de la CHG, Samuel Moraleda, mediante el uso de embarcaciones y barreras de contención el camalote extraído se va depositando a las orillas del Guadiana para que se seque y evitar así «daños colaterales a otros cauces». Una vez allí, las máquinas lo sacan del agua y los introducen en camiones.
La labor diaria de los militares no termina ahí. Al finalizar cada jornada, se ejecuta un protocolo de descontaminación tanto de la maquinaria utilizada como del personal con el objetivo de que «no se produzca ningún desvío de la bacteria y pueda aparecer en otras zonas», indica el brigada Miguel Peralta.
A su paso por Badajoz, además, el río también se encuentra afectado por la proliferación del nenúfar mexicano, ante el cual se investigará la forma «más idónea» para su retirada.
Vía | El Mundo – David Vigario