El impacto del asteroide que formó el cráter de Chicxulub, al noroeste de la península de Yucatán (México), y que extinguió a los dinosaurios hace alrededor de 66 millones de años fue tal que la roca donde cayó se derritió durante varios minutos debido a vibraciones fuertes, informa Servimedia.
Ésta es la conclusión de un estudio internacional realizado por 46 investigadores de instituciones de Alemania, Australia, Austria, Canadá, China, Francia, Estados Unidos, Japón, México y Reino Unido, y publicado en la revista ‘Nature’.
Un asteroide del tamaño de una pequeña ciudad se estrelló hace 66 millones de años contra la Tierra causando el final de los dinosaurios y una cicatriz de varios kilómetros de profundidad y cerca de 200 kilómetros de ancho.
Chicxulub es el cráter de impacto más grande y mejor conservado de la Tierra, aunque está enterrado bajo una capa unos 800 metros de rocas. También es el único cráter del planeta con un anillo montañoso de rocas aplastadas dentro de su borde exterior, llamado ‘anillo de pico’.
La forma en que se ha formado ese anillo ha sido debatida durante mucho tiempo, pero el nuevo estudio publicado en ‘Nature’ muestra que son producto de vibraciones extremadamente fuertes en la Tierra que hicieron que la roca fluyera como un líquido durante unos minutos tras el impacto.
Cuando un asteroide se estrella contra la Tierra deja un pozo con forma de cuenco, pero si el cuerpo extraterrestre es lo suficientemente grande puede producir un cráter con más de 30 kilómetros de profundidad, momento en el que se vuelve inestable y se colapsa.
«Durante un tiempo, la roca rota se comporta como un fluido», recalca Jay Melosh, profesor de ciencias terrestres, atmosféricas y planetarias de la Universidad de Purdue, quien añade: «Se han propuesto muchas teorías sobre qué mecanismo permite que ocurra esta fluidización y ahora sabemos que son vibraciones realmente fuertes que sacuden la roca lo suficientemente constantemente para permitir que fluya».
Este mecanismo, conocido como ‘fluidización acústica’, es el proceso que permite que el anillo de montañas en el centro del cráter aumente a los pocos minutos del golpe del asteroide.
Los cráteres son esencialmente iguales en todos los planetas terrestres (Tierra, Mercurio, Venus, Marte y nuestra Luna), pero son difíciles de estudiar en el espacio porque no pueden observarse con el mismo detalle que en la Tierra.
El cráter Chicxulub tampoco es fácilmente accesible según los estándares tradicionales porque permanece enterrado desde hace 66 millones de años. Los investigadores perforaron un núcleo de aproximadamente 15 centímetros de diámetro y un kilómetro y medio de profundidad, y recolectaron rocas que quedaron destrozadas y parcialmente fundidas por el impacto que mató a los dinosaurios.
Al examinar las zonas y los patrones de fractura en el núcleo, el equipo encontró una evolución en la secuencia de vibración que permitiría que los residuos fluyeran. «Estos hallazgos nos ayudan a comprender cómo se derrumban los cráteres de impacto y cómo las grandes masas de roca se comportan de manera similar a un fluido en otras circunstancias, como deslizamientos de tierra y terremotos», subraya Melosh.
Este investigador señala que ha habido ciudades arrasadas por enormes deslizamientos de tierra y donde la gente pensaba que estaba a salvo, pero luego se descubre que la roca fluye como un líquido cuando alguna perturbación pone en movimiento una gran masa terrestre.
Vía | La Razón – S.C.