Isabel nunca imaginó que algo que todos despreciamos cada día pudiera curarla y devolverle la calidad de vida. Su salvación fue el trasplante fecal que le hicieron en marzo para tratar una infección resistente provocada por la bacteria Clostridium difficile. Llevaba cinco largos e interminables meses con dolores abdominales fuertes y constantes. «No podía ni salir de casa por diarreas recurrentes», cuenta. «Había días que iba al aseo hasta 30 veces». Incluso tuvieron que ingresarla en el hospital en seis ocasiones con riesgo de desnutrición. Una situación muy desesperante que no siempre responde a la acción de los antibióticos. Y cuando esto ocurre, las heces dejan de ser un simple desperdicio humano para convertirse en el mejor tratamiento. «Algo tan natural, tan barato y que todos tiramos…», reflexiona la paciente.
La efectividad de las heces para resolver esta infección es tan llamativa como contundente. Incluso se han formulado cápsulas orales para facilitar su administración en centros internacionales y hospitales como el Gregorio Marañón de Madrid. Pero su potencial no acaba aquí: varios grupos de investigación ya estudian el trasplante fecal para tratar males de lo más diverso, como la enfermedad de Crohn, el colon irritable o incluso la esclerosis múltiple. Aunque algunas investigaciones son aún muy incipientes, los expertos auguran un futuro muy esperanzador, hasta el punto de sopesar la idea de almacenar y congelar la microbiota fecal de toda la población para que cada uno de nosotros tenga un tratamiento a la carta cuando enferme.
Y sólo es el principio: los expertos ya estudian cómo aplicarlos a otros males como el colon irritable, la enfermedad de Crohn, o, incluso, la esclerosis múltiple
El principio activo está en un poderoso extracto concentrado en los microbios fecales de una persona sana. Son estos los que se encargan de reconstruir la flora intestinal del afectado. «Es un preparado que ayuda a restaurar las bacterias beneficiosas reducidas o eliminadas por Clostridium difficile, una de las infecciones más importantes y resistentes en el ámbito hospitalario», explica Consolación Merino, del servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario La Ribera (Valencia). Esta bacteria se hace rebelde cuando habita en la microbiota de personas que sufren algún problema que deteriora su sistema inmunológico o que destruye su flora intestinal, como puede ser la ingesta de antibióticos.
En estas situaciones de vulnerabilidad, el invasor aprovecha para colonizar el intestino y empieza a devastarlo como, de hecho, estaba haciendo en el caso de Isabel. Ninguno de los intentos terapéuticos con distintos antibióticos funcionaba, así que sólo quedaba una opción: el trasplante de microbiota fecal. «Mi calidad de vida era nula y como había leído en internet sobre este abordaje, la propuesta no me sorprendió nada», recuerda la paciente.
Aunque ya se anunciaban casos exitosos de Clostridium difficile tratados con trasplante fecal en Estados Unidos, fue en 2013 cuando un ensayo clínico publicado en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine constató la eficacia definitiva de dicha técnica en este tipo de infecciones. Los investigadores, de la Universidad de Ámsterdam (Holanda), compararon los resultados del trasplante fecal con el tratamiento convencional (vancomicina). “La superioridad fue tan grande (94% de curación frente al 27%) que no se consideró ético que la mitad de los pacientes se quedara sin el trasplante, por lo que se terminó haciendo en todos”, explica Jordi Guardiola, jefe de Digestivo del Hospital de Bellvitge (Barcelona), uno de los centros líderes en trasplante de microbiota fecal, junto a los hospitales Gregorio Marañón y Ramón y Cajal de Madrid.
A partir de aquellos espectaculares resultados, en España empezaron a practicarse las primeras transferencias de microorganismos fecales y la Sociedad Europea de Enfermedades Infecciosas incluyó esta intervención como opción muy válida en la enfermedad de Clostridium difficile refractaria-recidivante.
Se trata de una de las infecciones más importantes en el ámbito hospitalario, unos 6,5 episodios por cada 10.000 días de estancia, según un estudio liderado por Emilio Bouza, jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas y Microbiología del Hospital Gregorio Marañón. Alrededor del 75% consigue eliminar la bacteria con antibióticos, pero el 25% restante recae y sus posibilidades de sufrir un tercer episodio se incrementan casi en un 40%. “Normalmente, en el cuarto episodio nos planteamos el trasplante fecal”, señala Javier Cobo Reinoso, del servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal. Aunque ahora, puntualiza Patricia Muñoz, del servicio de microbiología del Hospital Gregorio Marañón, “vamos a iniciar un ensayo clínico para ver los resultados del trasplante fecal en el primer episodio”.
Como argumenta Merino, “la idea puede echar atrás a la gente, que está acostumbrada a la sangre, pero no a las heces. Sin embargo, una vez rompemos la barrera psicológica explicando la técnica, el reto es encontrar un donante adecuado”. Según estimaciones americanas, “al final, menos del 5% de los potenciales voluntarios resulta efectivo”, explica Cobo.
El proceso de selección es muy exigente. Ni el marido de Isabel ni ningún otro familiar pudieron ser donantes. Cualquier condición que se haya relacionado con la alteración de la microbiota justifica la exclusión de la persona dispuesta a ayudar con su aportación. Por ejemplo: la diabetes, la obesidad, las enfermedades autoinmunes o los antecedentes de cáncer. Cada vez se descubren más patologías relacionadas con alteraciones en la microbiota intestinal (en el campo de la neurología, psiquiatría, endocrinología y digestivo), aunque esto no significa ni que sea la causa ni que suponga un tratamiento futuro.
Ante la duda, por protocolo, cualquier afección relacionada con el microbioma excluye al donante. Aun así, apostilla Elena Reigadas, farmacéutica especialista en microbiología del Gregorio Marañón, “puede haber alguna enfermedad cuya asociación con la microbiota no conozcamos. De ahí, que el objetivo sea intentar estudiar ese perfil de microorganismos ideal para no trasplantar ningún perfil de obesidad ni ninguna otra patología, pero las propuestas no han conseguido resultados todavía”.
Se realizan pruebas de serología (para descartar hepatitis o VIH, por ejemplo), análisis microbiológico de las heces y un cuestionario de salud en general. “Tenemos en cuenta las conductas sexuales de riesgo, si se han hecho un tatuaje o han viajado en los últimos seis meses y rechazamos a los portadores de gérmenes multirresistentes o patógenos en las heces”, expone Guardiola.
Bancos de heces
Una larga lista de condicionantes que sólo superó una amiga de Isabel. En palabras de Guardiola, “la tarea de búsqueda puede durar semanas y eso supondría un considerable retraso en el inicio del tratamiento. De ahí la importancia de contar con un banco de heces“. En España hay dos, en el Hospital Bellvitge y en el Gregorio Marañón, pero a diferencia de los de Estados Unidos y Holanda, son sólo de uso interno, con finalidad asistencial, no nutren a otros centros hospitalarios.
Tanto el madrileño como el barcelonés funcionan a partir de las donaciones de familiares y algunos sanitarios comprometidos. En el caso del Gregorio Marañón, también está abierto a las aportaciones externas. Los candidatos tienen que pasar las mismas pruebas y una vez las superan, deben entregar el material en un tiempo máximo de dos horas, para poder iniciar un correcto proceso de purificación.
Se trata de convertir las heces en un extracto de microbiota fecal. ¿Cómo? A partir de un mínimo de 50 gramos, “se diluye en suero salino, se realiza un proceso de homogeneizado, varias filtraciones y centrifugaciones, intentamos eliminar impurezas y quedarnos con las bacterias en unos 200-300 mililitros”, relata la microbióloga del Gregorio Marañón. Este preparado se lleva a la unidad de endoscopias, dividido en cinco jeringas de sesenta mililitros cada una para proceder a la colonoscopia (con sedación), que suele ser la vía de administración más habitual.
“Con muchísimo cuidado, se llega al final del colon y en ese punto se libera, a través del canal de trabajo del endoscopio, la preparación que nos han traído de microbiología”, expone Consolación Merino, que fue quien coordinó la intervención de Isabel. “La paciente pudo regresar a su casa al día siguiente, ya sin síntomas“. Según Isabel, “los dolores desaparecieron a las 40 horas”.
Si el extracto fecal se va a congelar, entonces, puntualiza Guardiola, también “se añaden preservantes para mantener la viabilidad de las bacterias y finalmente lo congelamos a -80 grados centígrados”.
Microbiota fecal, en cápsulas
Algunos hospitales, como el Gregorio Marañón en España, reformulan este contenido en cápsulas orales, para que la vía de administración sea más sencilla, menos invasiva, dado que se ha demostrado la misma eficacia que con la colonoscopia. Para ello, hay que centrifugar mucho para concentrarlo aún más. En un inicio, esta metodología consistía en tomarse 30 pastillas en dos días. “Ahora hemos conseguido concentrarlo más y convertirlo en polvito hasta reducirlo a cuatro pastillas”, señala Muñoz.
De una u otra manera, viajan miles de millones de bacterias capaces de repoblar un intestino devastado. Y, como señala Cobo, “a la espera de la incorporación en farmacias hospitalarias de nuevos antibióticos (fidaxomicina y bezlotoxumab) para tratar Clostridium difficile, que están teniendo muchas barreras por el alto precio, el trasplante fecal se posiciona como una opción eficaz, segura y poco costosa”. De momento, sólo tiene un indicación en la práctica clínica, pero se están desarrollando varios ensayos para comprobar su papel como terapia para enfermedades como colitis ulcerosa o colon irritable. Según vaticina Guardiola, “probablemente, la aplicación más próxima sea la del tratamiento de infecciones por gérmenes multirresistentes. Nosotros ya lo hemos hecho de forma compasiva en un paciente”.
Y aquí no terminan las esperanzas depositadas en el material fecal. A tenor de los análisis en personas sanas, “queda claro que existe gran variabilidad entre individuos. La microbiota es muy personal”, subraya Borja Sánchez, investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Productos Lácteos de Asturias. Tanto que lo ideal sería que en un futuro “pudiera almacenarse y congelarse cuando estamos sanos para tratar enfermedades más adelante mediante un autotrasplante. Así, diseñaríamos un probiótico a la carta”. Toda una revolución a partir de un material que desechamos cada día.
Vía | El Mundo